LA MADRE DE TODAS LAS CRISIS

mercredi 29 avril 2009, par Gustavo Fernández Colón

LA MADRE DE TODAS LAS CRISIS

28/04/09

La más grave faceta de la crisis por la que atraviesa el sistema
capitalista mundial no es financiera, económica, ni político-social.
La mayor amenaza a la continuidad del modo de producción capitalista
es la crisis ecológica causada por la devastación irracional de la
naturaleza, hasta el punto de malograr la capacidad de
auto-regeneración de los ecosistemas de los que depende nuestra
supervivencia.

Todo el funcionamiento de la economía es indesligable del medio
natural en tanto que fuente de recursos, espacio para el despliegue de
las actividades humanas y absorción de los desechos. De ahí el absurdo
de la lógica depredadora que ha llevado a las sociedades modernas a
actuar como serpientes ciegas que se muerden la cola, sin percatarse
de que al devorar a la naturaleza se estaban devorando a sí mismas. De
ahí también el absurdo de las concepciones del progreso, el desarrollo
y el crecimiento que han servido de mitos inspiradores tanto al
capitalismo, en sus diversas fases, como al socialismo burocrático del
siglo XX.

Se equivocan entonces quienes piensan que es posible dejar atrás el
sistema de dominación imperante y construir una sociedad distinta,
auténticamente equitativa, participativa y sustentable, utilizando los
mismos patrones energéticos, tecnológicos y productivos implantados
por el capitalismo, a su imagen y semejanza, durante los últimos tres
siglos.

De ahí que un sector creciente de la izquierda latinoamericana y de
otros continentes, prefiera hablar de ECOSOCIALISMO para caracterizar
los rasgos del nuevo orden civilizatorio que deberemos construir para
que la diversidad de la vida pueda seguir existiendo sobre la Tierra.

Los venezolanos, en particular, tenemos por delante el enorme desafío
de sentar las bases de un modelo energético post-petrolero, basado en
el uso de energías limpias y renovables que nos permitan revertir el
calentamiento global provocado por la quema de los combustibles
fósiles.

Pero para emprender esta tarea, no podemos dejarnos entrampar en el
falso dilema formulado por las corporaciones transnacionales de
energía, según las cuales no hay otra alternativa rentable frente al
petróleo que la energía nuclear.

Ahora que se cumplen 23 años del accidente de la planta nuclear de
Chernóbil, que según la Academia de Ciencias de Rusia dejó un saldo de
200.000 víctimas humanas, es necesario cobrar conciencia de que las
energías limpias y renovables, como la solar, la eólica, la
geotérmica, la mareomotriz y la hidroeléctrica a pequeña escala, son
por ahora las mejores opciones disponibles si aspiramos en verdad
legarles a las nuevas generaciones un planeta donde la vida sea digna
de ser vivida.

El incremento de los desastres climáticos causados por la acumulación
de los gases de efecto invernadero y la extensión de la contaminación
radiactiva –con su secuela de muertes, cáncer y mutaciones genéticas-
generada por el “uso pacífico” de la energía atómica, son precios
demasiado altos que la voracidad capitalista aspira hacernos pagar a
todos los seres humanos para mantener a flote el estilo de vida
dispendioso de una minoría. Por ende, la transición hacia un modelo
energético verdaderamente limpio y renovable, sólo será viable si
viene acompañada de una modificación profunda de los patrones de
consumo, los sistemas de transporte, la configuración de las ciudades
y las técnicas de producción agrícola e industrial desplegadas por el
capitalismo a escala global. Se trata, pues, de una transformación
socio-cultural de tales dimensiones que el filósofo Edgar Morin ha
propuesto calificarla como “metamorfosis civilizacional”.

En otras palabras, ya no podemos seguir barriendo bajo la alfombra las
enormes implicaciones de la crisis por la que atraviesa la humanidad
en los albores del siglo XXI, ni estamos en posición de dejarnos
engañar, una vez más, por los cantos de sirena que el viejo
capitalismo ha aprendido a entonar en cada coyuntura para sortear sus
crisis y neutralizar los intentos de sustituirlo por un orden social
alternativo, que garantice la sobrevivencia física y espiritual de
todos los pueblos del mundo.