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Desde el laberinto hasta el Paraíso, o la tentación utopista

Publicado en Francés Entropia N°4 Traducción al castellano : Yannick-Hélène de la Fuente

mercredi 14 janvier 2009, par Jean-Claude BESSON-GIRARD

" En una ciudad perfecta, todo conflicto cesaría ;
las voluntades se suprimirían, aliviadas o convergiendo milagrosamente,
sólo habría unidad, sin el ingrediente de la casualidad o la contradicción."
"La utopía es una mezcla de racionalismo pueril y angelismo secularizado. "
Cioran
 [1]

« … Me parece que sólo el sedentario sueña con la utopía. »
Michael Singleton

¿Ante los desastres que amenazan nuestra especie, estará retornando la utopía ?

El decrecimiento, más allá de todas las reservas o polémicas que esta palabra puede generar, hizo recientemente una entrada notable en el mercado de las ideas, hasta llegar a aparecer para algunos como una nueva utopía de la que el imaginario colectivo podría apoderarse.

El planeta podría prescindir de nosotros, tiene reservas de situaciones autónomas insospechables. Sin embargo los que anticipan este posible divorcio de trayectorias entre la humanidad y la Tierra muestran una inventividad con polaridades diametralmente opuestas. Los unos, guiados por el canto de sirenas de los inventores, preven sin molestia aparente el advenimiento de una post humanidad fuera de su cuna terrestre ; los otros, entre los cuales me cuento, se niegan a admitir esta salida y trabajan para proponer, en particular, un posible camino de reconciliación con la Tierra. Es una marcha singular cuya brújula debería indicar un proyecto de orientación y lucidez iniciado por la palabra decrecimiento. ¿Se trata, con estas dos posturas contradictorias, de utopías desfavorables ?

Previamente a este planteamiento, me parece útil proceder a un examen crítico del concepto de utopía, cuestionar su origen y sus avatares. Cuestionamiento seguramente marginal y al revés de su acepción comúnmente admitida. Interrogación paradójica también porque implica una paciencia del pensamiento que parece, a primera vista, contradictoria con el sentimiento de urgencia que cada uno tiene el derecho legítimo de experimentar ante los cataclismos presentidos.

Al meditar sobre los dos epígrafes que encabezan este artículo, y si, al segundo, se le añade a la palabra “sedentaria”, la calificación “descuidando la naturaleza”, se ve que se completan o se resumen, como debe anunciarlo todo epígrafe, el tono que acompaña lo que sigue. La pequeña frase de orientación de Michael Singleton me ronda en la cabeza. Presiento, aún confusamente de seguro, que podría ser una “llave antropológica” decisiva. Llamo “llave antropológica” una metáfora narrativa que tiene vocación a generalizarse y cuya comprensión se cierra a todo análisis cuando ésta permanece sometida a una lectura determinada por una única cultura particular, lo que prohibe precisamente entender su alcance propiamente antropológico.

Partiendo del principio que saber adónde llegamos y cómo hemos llegado ahí son las condiciones necesarias para pensar y actuar lúcidamente, sin descartar la parte siempre desconocida o simplemente incógnita de indeterminismo histórico, comenzaré por una observación que no es sólo semántica. Para describir nuestra situación planetaria común, los objetores de crecimiento suelen emplear la palabra “callejón sin salida”. Me parece que esta palabra es demasiado reductora porque demasiado lineal porque evoca un eje único con dos orientaciones posibles. Estamos, realmente, en una situación mucho más compleja. Erramos en un laberinto cuya salida no encontramos. Estamos perdidos. Hemos extraviado el hilo de Ariana que nos permitiría encontrar el lugar y el momento que señaló nuestra entrada en este laberinto. La idea de callejón sin salida induce la ilusión de que bastaría simplemente con retroceder camino para encontrar “La” salida. ¡La tentación de una salida utópica del laberinto sería precisamente utópica ! Para salir de él había que entrar lo que el nómada nunca se propuso hacer.
Estas páginas proponen una tentativa de interpretación. No es más que la intuición de una hipótesis. Exponen una opinión seguramente difícil de considerar por el riesgo de excavar sin consideración en el fondo del crisol común de nuestras creencias occidentales. Pienso que se habrá comprendido, mi intención no es, negar en bloque y sin apelación las contribuciones del pensamiento occidental a la humanidad. Sería estúpido e injusto. Deseo solamente compartir un derecho y un deber de inventario sin tabúes. No obstante, y sin descuidar ningunas de sus contribuciones positivas al lento y siempre amenazado proceso de humanización, cuando constato cómo dicha civilización mundializada ha venido, históricamente, “a informar” imperiosamente la cultura de las sociedades humanas sin progreso [2] , o “Sociedades de la desobediencia”, como las nombra Pierre Clastres, fuerza es reconocer que esta “información” se confunde con su destrucción anunciada.

Nuestro vagabundeo antropológico por el laberinto se empeoró, si se puede decir, desde que el crecimiento económico sin límites se ha convertido en la creencia fundamental del modelo dominante, es decir, desde hace algunas décadas solamente. Desde este punto de vista, los objetores de crecimiento son herejes. Desobedecen a las prescripciones de la doxa mundializada. En la cultura occidental, el paradigma de la desobediencia se expone en la Biblia, en el capítulo III del Génesis. Pero se encuentra también, que en este mismo capítulo III, conectado por lo tanto a esta desobediencia fundadora, el mito del paraíso hace su aparición y con él, de mi punto de vista al menos, el concepto de utopía. La interpretación de esto último es el punto controvertido de la hipótesis enunciada aquí. Según ésta, habría un vínculo oculto y que se trata de aclarar, entre el monoteísmo, la desobediencia, el paraíso, el sedentarismo y la utopía. Si este vínculo parece claro entre las tres primeras ideas, entendidas como sistemas de representación, no lo es para las dos últimas, ni entre éstas y las que preceden.

Como lo sabemos, el crecimiento económico adquirió, desde el 20 de enero de 1949 [3] un estatuto teológico de redención : ¡“Fuera del crecimiento, nada ! ”. Pero, recientemente, bajo los efectos combinados de las crisis ecológicas, sociales y políticas, el propio crecimiento está en crisis : crisis de crecimiento, en efecto. Crecimiento demográfico. Crecimiento económico (distorsiones entre esferas económica y financiera),Crecimiento de los riesgos, de la escasez, la agresividad, la crueldad, ciertamente ; pero también crisis de crecimiento de la adolescencia de la raza humana entera embarcada por voluntad o por fuerza en nuestro modelo, ebrios de una potencia nunca igualada, utilizando y abusando de su desmesura colectiva hasta poner en peligro su propia perpetuidad, ecológica, psicológica y socialmente. Pero, finalmente, crisis de crecimiento de la conciencia humana cuyos efectos no se han medido aún .

Por haber sido promotor de este tropismo de excrecencia desde tiempos muy remotos, me parece que el pensamiento occidental debería darse por tarea urgente y decisiva proceder, en su propio interés, a esto que “nuestros Padres” nombraban un sólido “examen de conciencia”. Pero esta vez, va en serio y es el último quizá antes del inventario, ya que no se trata solamente de un pequeño hogar, de pequeñeces individuales tan rápidamente absueltas como disueltas en el maelström de información del “pueblo planetario” a la deriva. No, se trata efectivamente de una situación inédita que exige una conversión antropológica [4] sin precedentes en la historia. Es, en cualquier caso, mi convicción profunda.

Pensamiento nómada y singularidad

“La singularidad es por esencia nómada, móvil, siempre sujeta a modificar su posición sobre el mapa. […] Cada multiplicidad podría así pensarse como un Sahara, cuyo mapa debería rehacerse siguiendo la voluntad de la arena…”. [5].
¿En qué circunstancias ha nacido la utopía ? Me aventuraría a hacer remontar el origen al período de transición entre el nomadismo de algunas microsociedades nómadas y el principio de su sedentarización. Ahora bien se encuentra que, entre estas sociedades nómadas, una de entre ellas inventó una narración (oral luego escrita) de sus orígenes míticos cuya difusión se impuso progresivamente al imaginario occidental. [6]. La Biblia es esta narración.

En el capítulo IV del Génesis, se conoce el episodio del asesinato de Abel por Caín, ambos hijos de Adán y Eva que fueron expulsados del Paraíso terrestre a causa de una desobediencia principal. Abel era Pastor (nómada) y Caín agricultor (sedentario). Este episodio, señalaría la supremacía del agricultor sobre el Pastor, del sedentario sobre el nómada.Sólo en Víctor Hugo, Caín aparece como condenado a errar eternamente. [7]
Por otra parte [8] intenté mostrar la influencia de la relación de oposición y complementariedad entre el desierto y el oasis en la invención del monoteismo. Antes de Moíses y la marcha de su pueblo, durante “cuarenta años”, desde la salida de Egipto hasta “la tierra prometida”, esta creencia entre otras es un objeto cultural consustancial a una cultura particular. Sin más. El tiempo y las cosas se corrompen en el Sinaí. El tiempo deja de incluirse como cíclico según la visión armónica de una relación antropológica fundamental con la Naturaleza. [9] Pero, es necesario reconocerlo, la realidad de la naturaleza en el desierto casi se reduce a nada y satisfacerse con insectos asados como única comida “providencial” no dejó de generar una duda principal sobre la supuesta misión del jefe Moíses quien debía llevar a su pueblo hacia “una tierra donde brotan la leche y la miel”. Se añadió, probablemente, a esta incredulidad comprensible el recuerdo nostálgico e inevitable, a pesar del cautiverio en Egipto, de la extraordinaria fertilidad del valle del Nilo, como una cuna entre dos desiertos. El uso de los antiguos ídolos, y del “Becerro de oro” en particular, era a pesar de todo más práctico y al parecer inmutable. Pero el tiempo del Éxodo tuvo un principio, tendrá pues un final. El principio de esperanza había nacido. Con él, las cosas y los mundos plurales pierden su elocuencia propia y abundante ante lo que Leibniz nombrará “principio teleológico [10]” que aportará, a su modo de ver, la prueba de la existencia de un Dios único.

En primer lugar situado temporalmente en los orígenes de la Historia, el Paraíso constituye la estancia ideal cuya desobediencia original excluye a Adán y a Eva. Pasa entonces fuera de la historia, luego devuelto a su final por recompensa individual después “del Juicio Final”. Fue, San Agustín quien introdujo esta devolución al final del tiempo, mientras que el Evangelio de Lucas hace decir por Jesús sobre la cruz, al buen ladrón, que estará con él “en el Paraíso [11] ”.
Al principio, por lo tanto, el Paraíso es un cercado, un jardín, un espacio limitado, lo que explica el tema recurrente de la “isla paraíso” y que esclarece por qué el inventor literario de la utopía, Tomás Moro, sitúe “la Utopía” sobre una isla indeterminada, pero en el Septentrión (seguramente para no perder demasiado el Norte).
En las sociedades nómadas del desierto, el Paraíso es un lugar de vegetación, un oasis. De ahí el Paraíso de Allah donde domina el color verde recogido sobre la bandera de todos los estados islámicos. De cualquier forma, y hasta en la lengua corriente, el Paraíso es el lugar metafórico, espiritual o no, dónde el individuo experimenta, un acuerdo profundo, pero fugitivo, con lo que es, con lo que se siente ser en todas sus facultades de sentir, lejos de las heridas y vicisitudes de la vida real, ordinaria. Los elementos recurrentes que componen el paraíso son la luz (preferiblemente la de la noche), la calma, la suavidad y el Jardín en todos sus esplendores sensuales, visuales, auditivos, táctiles, olfativos y gustativos. Es esta búsqueda sobre la tierra de la unidad armónica perdida, a lo sumo percibida fugitivamente gracias al “poder de infancia” (de inocencia ?), la que va a conducir a la idea de “paraísos artificiales”. Algunos psicótropos permiten, una salida de la cotidianidad abrumadora cancelando el tiempo y el espacio. Bajo su efecto, una corriente “triunfará durante unos minutos en un remolino vivo, y estos minutos serán […] una eternidad [12].

Sedentarismo y utopía en perspectiva frente a los mitos fundadores de las sociedades humanas

Se puede admitir que cada ser humano es portador de un doble tropismo que lo enfrenta individual y socialmente a la tenacidad áspera de los hechos y el que le hace alegar y usar los derechos de su imaginación. A este último pertenece el registro de la utopía. Pero la utopía, incluida como un componente de los mitos fundadores consustanciales a las sociedades humanas, no es una constante antropológica como lo son las relaciones religiosas y políticas en la constitución de una identidad social global. La utopía pertenece a algunas sociedades y no a otras. Si se admite este dato antropológico, eso significa que la utopía es un hecho cultural situado y peculiar.
La ambigüedad de la utopía se debe a que se sueña en un futuro sin romper verdaderamente con el imaginario de una edad de oro situada en un pasado definitivamente pasado, como fantasmal paraíso de una humanidad bienaventurada. De allí viene su aspecto vinculado a la temporalidad tanto como a la espacialidad de una edificación.
Por otra parte, como la utopía es una construcción mental, es lógico que haya atraído a arquitectos y urbanistas, especialmente en Francia en el siglo XVIII, como Étienne Louis Boullée, Claude Nicolas Ledoux y Jean-Jacques Lequeu [13] ; pero existen también utopías rurales o agrestes. Es de notar que, en todos los casos hipotéticos, el sedentarismo acompaña siempre la metáfora utópica [14]

¿Se define la utopía (el no lugar) con relación al lugar (al topos) ? El otro lugar, es el afuera ¿La utopía es “sin el afuera”, o más exactamente señala un afuera desconocido o no diferenciado ? ¿Cómo es posible soñar con un afuera sin, hasta cierto punto, agotar los posibles de un primer lugar ? Soñar con utopía, es soñar con el afuera que se presiente y se elabora, en el imaginario, con relación a un lugar inicial. El agotamiento de los posibles de un lugar implica una duración en este mismo lugar, por lo tanto un sedentarismo. ¿El afuera indeterminado, sino soñado como mejor que “el aquí y el ahora”, no es una de las constantes del pensamiento utópico ? ¿No está presente en todos los proyectos más o menos quiméricos de migración espacial, entendida como “nueva frontera” para la raza humana ? El nómada es extranjero a este sueño utópico porque vive diferentemente el tiempo y el espacio. La famosa frase de Hölderlin : “El hombre vive en poeta”, metáfora de su método de vida. Si se trata efectivamente, de dar sentido a la estancia del hombre sobre tierra, este conocimiento y este instinto son irreductibles a la economía que tiene, como es sabido, un lugar central en todas las utopías. Estas coinciden generalmente con el destierro del comercio por una sociedad soñada como ideal y en la denegación de la superproducción, los monopolios, el lujo y a menudo del dinero. Por razones evidentes, el nómada es extranjero a la acumulación de los bienes materiales. No le es necesario soñar con una “sociedad perfecta” que le eximiría del inconveniente de acumular bienes que no posee y no tiene deseo de poseer en la realidad concreta donde vive diariamente. Si, a menudo, el nómada de la historia ha optado por este método de vida, no es por despecho o dificultades, sino porque así se realizaba plenamente.

Amparados por el oasis, los nómadas del desierto disfrutan, temporalmente, los placeres de la vida sedentaria. La mayoría volverán a salir pronto para realizar ritualmente el ciclo del nomadismo al compás de los pastos, conducidos por sus manadas más que conduciéndolas. Algunos permanecerán en el oasis y, experimentando la nostalgia del desierto cercano, inventarán a Dios. Se sabe que la palabra : “nostalgia” viene del griego nostos “vuelta” y algos “mal” ; el mal de la vuelta. ¿De qué vuelta se trata ? Más allá de un descontento a la vez momentáneo y pendular, haciendo que allí sueñe con aquí y que aquí sueñe con allí, el nómada de los territorios bíblicos, que eligió al Dios único que así le permitía autoproclamarse elegido por él, sabe, en el fondo de sí mismo, que lleva la nostalgia del paraíso del que fue expulsado por culpa de la pareja primordial de quien desciende. Y presiente, con el paso del tiempo vuelto lineal, que su sedentarizada descendencia, poco a poco, deberá inventar un lugar imaginario y colectivo que tomará un día el nombre de “sin lugar”, de utopía, como YHWH será en adelante “él sin nombre”. Lo impronunciable.

La utopía : ¿un invento occidental ?

Es necesario aceptar que la utopía es un invento occidental. Todos los autores asignan en efecto este invento a Platón. Los pensamientos chinos o indios no tienen equivalencias a esto que nombramos “utopía” ya que los grandes mitos fundadores donde dibujan sus orígenes no piensan el tiempo como irreversible. François [15] mostró claramente la ausencia de finalidad y finalización en el pensamiento chino, y, no existe tampoco en los pensamientos de la India donde no se confunden, sutilmente ciertamente, los conceptos de realización y finalización. Sujeto seguramente a las influencias de estos pensamientos exóticos, me vino la idea de que no sería inútil buscar, anteriormente a Platón, lo que podría, hasta cierto punto, constituir esta “matriz antropológica de la utopía”.

Simplificando al extremo, se podría sugerir que el pensamiento occidental naciera de la inter fecundación histórica de las culturas judía, griega y cristiana, con contribuciones más orientales como la de Mohenjo-Daro. En el centro de este pensamiento, probablemente a partir de su nacimiento, el mito del Paraíso cubre el origen de la raza humana, (Génesis II y III). Este mito señala, si me atrevo a decirlo así, la del tiempo lineal y la entrada en finalización de una parte de la raza humana.

Para acortar el propósito, diría que a partir de este choque y poco a poco, la promesa del Paraíso terrenal se laicizó en idea de progreso y en perspectiva utópica. Y si se acepta seguirme en una pista aún más brusca, propondría deducir que la entrada del laberinto, donde erramos sin encontrar la salida, se sitúa en la cuna del Occidente. Y que, si catástrofe hay, no está, en el registro de la historia del pensamiento, ante nosotros, sino detrás de nosotros. Se podría avanzar que tomó nacimiento al final del paleolítico, en alguna parte entre la Anatolia, Mesopotamia y el Indus, entre 8.000 y 5.000 años antes de nuestra era, con la sedentarización, la agricultura, las primeras “Ciudades Estados” y la invención de la teología.

Propondría pues poner en relación causa-efecto la percepción actual de un “catastrofismo ilustrado” [16] , en el que la objeción de crecimiento anticipa la probabilidad de transformarse en una catástrofe antropológica real, con su “nacimiento ideológico” que dataría de 10.000 años. Ya imagino que semejante hipótesis puede causar escepticismo y rechazo. A pesar de estas reacciones esperadas, persisto en pensar que estas suposiciones merecerían una seria exploración. Aún sería necesario que el viático para este viaje fuera una comprensión sensible y sensual del pensamiento, lo que no es, salvo con Rabelais y algunos raros “sensualistas”, una preocupación comúnmente compartida en Occidente.

¿El Paraíso como matriz de todas las utopías ?

El “sin lugar” de la utopía y “sin nombre” pronunciable de YHWH son las señales de una Culpa redoblada y la huella de una singularidad nómada sobre la arena del desierto bíblico. Fue lo que llamó mi atención, inspirándome la hipótesis del mito del Paraíso como matriz de todas las utopías. Fue también la reflexión sobre “la Culpa” la que me condujo a compartir la intuición de Michael Singleton que presentía “que solamente el sedentario sueña con utopías”. Michael Singleton corrobora también que “la visión y el objetivo utópico distan mucho de formar partes integrantes de toda digna condición humana. Son específicas a la situación sociohistórica de un determinado Occidente. Constatar eso, no es necesariamente negar a priori todo proyecto referente a un Progreso definitivo, sino que tiene por objeto señalar que trabajar para la llegada de un mundo mejor es una obra “apostólica”, una occidentalización clara de los mundos de otros en el mismo concepto que la evangelización o “la perspectiva economicista” que reduce la Tierra al estatuto de res nullius, simple fuente de recursos naturales. ”
En primer lugar actuando en el imaginario, la justificación aceptable de toda utopía es, a primera vista, dar nacimiento, no a un más allá, sino a otro aquí abajo. San Agustín definió la irreducible oposición entre “la ciudad de la tierra” y “la ciudad de Dios”, intentando mostrar el carácter intrínsecamente contradictorio de la utopía con el mito del Paraíso terrenal [17]o este futuro más allá del futuro que prometen tantas religiones para consuelo de los dolores de la vida sobre esta tierra. Con todo, esta demostración nunca me ha convencido. Deseo destacar que la ambigüedad sigue entera en la simple yuxtaposición de la palabra paraíso y de la palabra terrenal. Se conoce la larga y potente capacidad del cristianismo para reciclar inmemoriales creencias externas a sí mismo, permitiendo a cada uno encontrarse más o menos, al menos cuando el prurito purificador de alguna investigación no se mezcla. Pero es notable el examen que algunos cristianos hacen sobre la parte de responsabilidad del cristianismo en la crisis ecológica actual y seguramente más ampliamente sobre los orígenes de la ruptura de nuestras relaciones con la Tierra cuyas consecuencias comienzan a verse como propiamente “apocalípticas”, es decir, la revelación.

El decrecimiento : ¿hacia la salida del laberinto ?

Varoniles siempre, cuando los rechazados y los frustrados se vuelven adultos, se sumen fácilmente en la misantropía. ¿Cómo se podría explicar diferentemente su propensión recurrente a matarse ? Pero esta patología, muy extendida por lo demás en los utópicos patentados y que tienen los medios de serlo, entre los cuales y a mi conocimiento - a excepción de algunas místicas como Hildegarde de Bingen -, no se cuenta, es extraño, a ninguna mujer en toda la historia, se transforma en “sueño grandioso” de someter a sus semejantes a un ideal de perfección y pureza nunca alcanzado. ¿Este sueño mórbido será , en forma variable de venganza del destino, una anticipación de redención colectiva más o menos bien arreglada ? Excepto Rabelais, no veo diferencia esencial entre “la Ciudad Ideal” de Agustín, “la isla de Utopía” de Tomás Moro, “la Ciudad del sol” de Thommaso Campanella, “la nueva Atlántida” de Francis Bacon, “El futuro mejor” y “el Reich de mil de años”. Excepto que los promotores de estas dos últimas utopías tuvieron la muy siniestra particularidad de querer realizarlas en la historia y no contentarse con imaginarlas sobre el papel. ¿Pero, en todos los casos, ya no se trata de otras tantas promesas de redención que estrangulan los anhelos en nombre de la esperanza ? Walter Benjamin nos recuerda que “Para los desesperados, solamente, se nos dio el anhelar”. [18] Me parece capital, en efecto, no confundir anhelos y la esperanza. Anhelar es histórico, es social, es político. Se basa directamente sobre la vida, el aquí y el ahora. Se anhela en la Tierra. La esperanza está lejos de la tierra. Según la doxa católica, la esperanza, segunda de las virtudes teologales, después de la fe y antes de la caridad está fuera de la historia. Está metafísicamente insertada en un principio de redención para “la vida eterna”. He aquí la palabra clave del asunto : “la vida eterna”, de otro modo y precipitadamente dicho : la angustia y la negación de la muerte, anticipada como vuelta ineludible a lo no diferenciado.

Íntimamente conectado con mi percepción actual [19] de la situación de la humanidad, tengo seguramente la ingenuidad o la ilusión de pensar que solamente una conversión antropológica puede conjurar la subida de los peligros que amenazan nuestra especie. Sueño pues con el milagro, ya que pocas señales dejan predecir semejante conversión. En el registro onírico y vital, podría sugerir lo que significa esta conversión antropológica por la evocación de tres caminos. El camino de la teoría conectada con la historia de las ideas, el de la filosofía política y moral conectada con la historia de las prácticas y luchas sociales, y el del pensamiento sensual del cual arte y poesía señalan el camino en collares y gamas de metáforas intemporales. Pero convendría desalojar, en estas tres vías complementarias, sus figuraciones que dependen de la tentación de la utopía para constatar la inutilidad en la búsqueda de la salida del laberinto.

¿Qué significa y cómo hacer para sólo llegar al umbral de esta conversión ? ¿Conversión que es sobre todo otra cosa que un simple “cambio de paradigma”, o incluso una “revolución”, si compartimos esta misma conciencia comprendida como un dato realmente antropológico y no conectado a una cultura o a una civilización peculiar ?

Si la idea de decrecimiento implica una ética y una política del compartir en todo ámbito, el primer pensamiento para compartir es del orden del reconocimiento. Reconocer individual y colectivamente que estamos completamente perdidos y pensar que para poder salir se tiene que recurrir a la metáfora simplista unidimensional y unidireccional del callejón sin salida no está a la altura de lo que está en juego. El segundo pensamiento orienta una actitud que favorece las opiniones y los actos concretos que tienden, incluso al margen, a reducir las tendencias devastadoras del modelo dominante ; sostenerlos pues, pero tener presente al mismo tiempo que si son necesarios, no son suficientes. Si se mutualizara, “en valor suficiente”, en el espíritu más que en la letra, la hipótesis propuesta aquí sobre la matriz del concepto occidental de utopía, la tercera tarea intelectual sería seguramente más sutil. Ya que y a pesar de todo lo que precede, se trataría efectivamente de poner en relación la idea de post desarrollo (alias el decrecimiento) con el concepto de utopía. Pero convendría entonces distinguir claramente lo que, en este último, incluye el derecho y el deber de inventar, aquí y ahora, un mundo mejor y no “el mejor de los mundos”, de lo que pertenece a toda forma naciente de totalitarismo. Ya, aquí y allí, aparecen concretamente experimentaciones sociales a escalas humanas adaptadas a sus objetivos asignados libremente. Es cierto que la problemática microsociedades territorializadas que se destinan a su autonomía alimentaria y energética, es una pista que debe seguirse, sin embargo no es la única. Sería también la base concreta de una reinvención auto instituída de la política, antes de la hora (que pienso próxima) de los primeros síntomas del hundimiento del modelo dominante mundializado.

Una vez más, hago hincapié en el siguiente punto : el corazón de la conversión no consiste en cambiar de creencia sino en abandonar toda certeza. Esta conversión exige desalojar y entender , para dejarlas caer, todas las consideraciones y las reacciones en las que las primicias están incluidas en las impresiones que pertenecen a la teleología en todas las formas fidéistas o secularizadas de la teología. Por ejemplo, no confundir las herramientas del análisis económico propuesto por Marx con la teleología mesiánica en que se basa. Entender por fin que el tiempo no es lineal ni magnetizado hacia un objetivo. Para eso, es necesario abrir y aumentar la comprensión de los conceptos de enajenación y emancipación humana a nuevos campos de investigación transversales, en particular a los que se mencionan más arriba en el registro de la percepción, la sensibilidad y el sensualité. ¿No sufre nuestro tiempo de una increíble sequía en estos ámbitos y que el culto obsesional de la mercancía está en paso destruir ? La observación atenta pero benévola de la mayoría de los rostros de nuestros contemporáneos aporta la confirmación diaria. Pero garantizo que son más numerosos de lo que uno se lo imagina los que sólo esperan una señal o un gesto para dejar con alegría todo lo que supone un obstáculo a la realización de ellos mismos, y para orientarse hacia una pobreza voluntaria antes de sufrir una miseria impuesta. No se trata ni de humanismo ni de optimismo. Pienso, al contrario, que es posible vivir la desesperación de la que el humanismo desafía la frecuentación, pero sin escaparse de la aparición de lo que puede acompañarla prodigiosamente. Sólo podría comparar este arrebato con la relación amorosa que trastorna y me conecta “al otro” y al mundo.

Todas estas revocaciones, adoptadas para liberarse de lo teleológico y de lo teológico en todos ámbitos, permitirían darse cuenta de que lo político y la política se encontrarían desnudados de los viejos tropismos absurdamente admitidos como pertenecientes fatalmente a una “naturaleza humana” : esta obsesión del poder que los hombres ejercen sobre la Tierra y sobre su similares. ¿No es esta monomanía la que supone un obstáculo a su libertad de crear nuevas relaciones más armónicas con ellos mismos, con los demás y con la biosfera ? ¿La crisis ecológica, social y psicológica de nuestro tiempo no nos impone este (re) descubrimiento cuyos usos se concederían a nuestro tan breve paso en la Historia ? Por otra parte no veo que sea posible distinguir la filosofía política de la filosofía moral, pero aún sería necesario que la unidad encontrada de estas disciplinas cuestione, para deshacerse, todas las preconcepciones “teológico téléolologicas” que han lastrado tan seriamente el ejercicio y desde hace tanto tiempo. ¿Cómo la autolimitación que implica la idea de decrecimiento podría advenir sin eso ? El decrecimiento es un pensamiento nómada.

Reanudando con la metáfora inicial del laberinto, resumiré todas las propuestas problemáticas expuestas arriba remontando el hilo, en siete etapas o nudos de una intuición inicial :

7 El decrecimiento es un pensamiento nómada. Es un pensamiento poético tanto como político.

6 La cuestión no consiste tanto en saber si los objetores de crecimiento deben ser nómadas o sedentarios, según el sentido habitual de estas palabras, sino más bien que intentan “vivir como poetas”, en la incertidumbre, la rebelión y la alabanza al presente de sus actos, como significa este término de “poeta” completamente devaluado en nuestra civilización a la vez prometéica, utilitarista, y suicida.

5 La búsqueda de la salida del laberinto (el postdesarrollo alias el decrecimiento) se confunde ecológica, política y socialmente con el abandono de filosofías de la historia que se imaginan ésta magnetizada hacia un objetivo.

4 El Paraíso, metafóricamente descrito en el Génesis, señala la irrupción del tiempo lineal y orientado. Esta “invención” se laicizó poco a poco en idea de progreso y en perspectiva utópica. El Paraíso, en este sentido, bien podría ser la matriz de la utopía.

3 El monoteismo y la utopía serían invenciones occidentales productoras de la teleología, y consustanciales a las sociedades sedentarias. La teleología es una forma secularizada de la teología.

2 El sedentario, sueña con utopía ya que su estado y todo lo que tiende a querer y poder poseer : mercancías, bienes materiales, familia, nacionalidad, frontera y certezas, hacen de él “un ser para el miedo de perder” que inventa la utopía como redención y como esperanza en “el más allá”. La esperanza está “fuera del suelo”, el anhelo es de la tierra.

1 Tenemos que reconocer que estamos perdidos en un laberinto. Esta situación exige una conversión antropológica sin precedentes históricos.

Por fin, en puntuación deliberadamente marginal por no decir excéntrica al tema de este artículo, quisiera llamar la atención del lector escrupuloso sobre una señal a la que estoy muy apegado. Es la importancia de las palabras y del lenguaje que manejamos con más o menos dificultades y a veces con alegría cuando el sentido y el sonido coinciden el uno con el otro como por milagro. Ya que, si “el estilo es el hombre”, es necesario reconocer bien que el hombre occidental contemporáneo tiene la mayor dificultad para poner en relación de insurrección lo que tiene en su fuero interno y que lo mueve con el formateado cultural y social que le pega a la piel. Sólo conozco, por mi parte, una disposición, si no para cambiar de piel, al menos para volverla más porosa al viento del alta mar, o de las cumbres, como a la belleza a veces áspera o trágica del mundo y los hombres. Es frecuentar con un deseo ardiente e imperturbable el arte y la poesía. Cuando nos abrimos a la sublime facultad que surte de ellos trastornándonos hasta la médula, se descubre que la única utopía recomendable es la que nos mantiene de pie al presente de la presencia, en el cruce de incertidumbre de la vida plena y el amor indefinible. Es un cruce vertical.
“Poesía vertical” es el título precisamente, casi único, que el poeta argentino Roberto Juarroz dio a sus fragmentos, solamente precedidos de una cifra diferente, hasta quince :

“Versión simple del mundo :
el lugar donde nos encontramos.

Versión mejor ajustada :
el lugar que dejamos.

Versión mejorada :
el lugar donde buscar otro mundo.

Versión casi definitiva :
el lugar de una ausencia.

Y otra aún :
el lugar que nos prueba
que ser no es un lugar.

Y la última versión :
el mundo es el lugar donde aprender
que ser no necesita lugar. ” [20]


Jean-Claude Besson-Girard es pintor y escritor, director de Entropia, revista de estudio teórico y político del decrecimiento, autor de Decrescendo cantabile, Parangon 2005.

Texte original en français : Entropia N°4 - Décroissance & utopie


[1Cioran, Histoire et utopie (Historia y utopía), in Œuvres (Obras), Quarto, Gallimard, 1995, p. 1040.

[2¿Menciono aquí a las sociedades dichas “primeras” y realmente apagadas por culpa nuestra, pero también las que sobreviven aún, pero en qué estado ? ¿Desde hace cincuenta años, cuántas lenguas o idiomas, y en consecuencia cuántas culturas, desaparecen cada año ? Se podría también recordar la desaparición programada de las sociedades y las culturas campesinas en Europa desde la llegada de la civilización termo- industrial . Esto se hizo con la mecanización agrícola generalizada, en Francia, desde los años cincuenta del siglo pasado. No se trata aquí de deplorar lo que es un hecho real.No confundo cualquier nostalgia con el pensamiento que considera que toda destrucción cultural es un desencanto y una pérdida para la humanidad recalcando en que la devastación de la biodiversidad vuelve cada vez más precaria su perpetuidad.

[3Le Discours sur L’état de l’Union ( El Discurso sobre El estado de la Unión), del presidente Harry Truman que inaugura, en aquella fecha, « la era ideológica del desarrollo ». Ver Gilbert Rist, Le développement, Histoire d’une croyance occidentale (El desarrollo ? Historia de una creencia occidental), Presses de Sciences Po, Paris, 2001. El autor subraya, con la pruebas en la mano, en su capítulo IV : L’invention du développement (La invención del desarrollo), el carácter fundamentalmente religioso del punto 4 de este discurso.

[4Empleo aquí el término conversión en el sentido de rechazo) y no en su acepción teológica que indica la acción de volverse hacia Dios, de tender aún más a la perfección sometiéndose a su voluntad, y no el hecho de pasar de una creencia dada por falsa a una verdad supuesta. Recuerdo que la palabra griega “entropia” designa, etimológicamente, la acción de dar una vuelta completa

[5Mireille Buydens, Sahara, l’esthétique de Gilles Deleuze(Sahara, la estética de Gilles Deleuze), Vrin, 1990

[6Este imaginario singular parece prorrogar, a cada nueva generación, la influencias inconscientes de sus orígenes. Así pasa, en particular, de las formas reproducidas y transformadas superficialmente de las relaciones imbricadas que Occidente ha tejido y sigue tejiendo entre lo político y lo religioso, como lo revela singularmente la política actual de los neo-conservadores en los Estados Unidos. Pero no faltan otros ejemplos de esta colusión tanto en Europa como en Francia

[7En el Génesis (IV, 15 y 16) está escrito : « Yavé le dijo : ‘no será así : me vengaré siete veces de quien mate a Caín’. Y Yavé puso una marca a Caín para que no lo matara el que lo encontrara. Caín se fue de la presencia de Yavé y habitó en el país de Nod, al oriente del Edén. » En ninguna parte se trata de condena a la errancia. En el versículo siguiente(17) incluso está escrito : « Construyó una ciudad ». Quién hará el inventario de las « perogrulladas » de Víctor Hugo, entre las cuales la famosa « La utopía es la realidad del mañana » que todos repiten a cual más, lo que exime de pensar la utopía.

[8Jean-Claude Besson-Girard, Decrescendo cantabile, Éditions Parangon, 2005, p. 153 à 157

[9No olvido que este concepto de « Naturaleza » no cae de su peso . En consecuencia es etnocéntrico

[10Un marco teleológico fija un objetivo, una finalidad al cambio en el tiempo. La teleología es una doctrina que considera el mundo como un sistema de relaciones entre medios y fines .

[11Nouveau Testament(Nuevo Testamento), Évangile selon Luc, XXIII, 43, La Pléiade, 1971, p. 258.

[12Charles Baudelaire, Les paradis artificiels, Du vin et du hachish (Los paraísos artificiales, Del vino y del hachís), IV, Poulet-Malassis, 1860 ”

[13No resisto al placer, por cierto fuera de mi tema, de señalar al lector curioso que Jean-Jacques Lequeu fue también pintor y autor de un cuadro de un erotismo iconoclasta impresionante. Ver su reproducción en blanco y negro en el hermoso libro de jean-Noël Vuarnet, Extases féminines (Éxtasis femeninos), Arthaud, 1980, p.138.

[14Dejo al lector el placer de remitirse al artículo de Michael Singleton, quien, como antropólogo de terreno y filósofo, aprota los matices necesarios a la ponderación de estas afirmaciones generales.

[15JullienFrançois Jullien, La propension des choses, pour une histoire de l’efficacité en Chine (La propensión de las cosas, Para una historia de la eficacia en China), Le Seuil, 1992.

[16Jean-Pierre Dupuy, Pour un catastrophisme éclairé. Quand l’impossible est certain (Para un catastrofismo ilustrado. Cuando lo imposible es cierto), Le Seuil, 2002

[17Yuxtaposición sin duda tardía en el imaginario de la cristiandad, pero el lenguaje, por supuesto metafórico y didáctico, del Génesis, no deja de describir el Paraíso en términos claramente terrestres y sensuales, recobrados en aquel texto inclasificable : El cantar de los cantares, único ejemplo de un erotismo explícito en la Biblia.

[18Walter Benjamin, Les affinités électives de Goethe (Las afinidades electivas de Goethe), Œuvres I, Folio Essais, Gallimard, 2000, p. 395

[19Esta percepción se debe al hecho de haber experimentado durante unos doce años una realidad de vida comunitaria y campesina de la que los observadores exteriores podían decir que era utópica. Pero para quienes la vivíamos no se trataba de una utopía sino de vivir el derecimiento al presente. Ver Decrescendo cantabile, p. 113 à 148.

[20Roberto Juarroz (1925, 1995), Quatorzième poésie verticale, 93, José Corti,1997, p. 225.